martes, 1 de diciembre de 2015

La Princesa Triste- Cuento maya


La princesa triste

Un cuento Maya

            Había un pueblo Maya que vivía en medio de la selva.  El máximo jefe del pueblo se llamaba Iktan, que significa ingenioso y su esposa, la reina se llamaba Zuzil que en el idioma maya significa claridad.  En el mes de marzo, cuando comenzó la primavera, nació su pequeña hija, la princesa Itzia que en su idioma significa princesa. 

            Creció como una jovencita muy hermosa, pero se sentía muy triste siempre y nadie entendía por qué ya que tenía todas las riquezas que una persona podía soñar.  Aun así la princesita que tenía 8 años de edad, se sentaba bajo un hermoso árbol y lloraba de tristeza, casi todos los días.

            El rey, preocupado, llamó al sacerdote del pueblo y le mandó a que hiciera una poción mágica para que su hija se sintiera alegre, como debe ser una niñita.

-Te ordeno que prepares una poción mágica para que Itzia sonría todo el tiempo y se sienta feliz.- Le dijo el rey Iktan al sacerdote maya.

            La princesa bebió la poción, pero sus ojos solo mostraban tristeza y las lágrimas adornaban sus rosadas mejillas todo el tiempo. Los reyes ya no sabían qué hacer.

            Un día llegó a la aldea un grupo de arqueólogos acompañados de una niña de 8 años que era hija del jefe del grupo.  La niña era muy inteligente y se pasaba jugando y riendo todo el tiempo. La niña se llamaba Anani, que en el idioma taíno significa flor de agua.  Los padres de la niña eran puertorriqueños, por eso decidieron nombrar a su hija con una palabra del idioma de los tainos que habitaron la isla cuando la descubrieron.

           

            Anani conoció a la princesa Itzia y le asombró lo triste que ella se veía, por eso decidió acompañarla y descubrir porque la niña no sabía sonreír. La princesa Itzia le enseñó a la pequeña Anani su pueblo.  Visitaron las mujeres que molían maíz y limpiaban los frijoles que traían del campo los agricultores. Esa era su tarea más sagrada además de preparar la comida para los miembros de la familia. También la llevó a una montaña donde pudo ver la salida de uyes (sol).  Anani no podía dejar de sonreír al ver los bellos colores del cielo en ese momento.

 

-Itzia, !mira qué hermoso está el cielo! Qué bello es todo, me dan ganas de bailar y dedicarle el baile a uyes, como tú le dices.-

 


 La princesa no entendía por qué Anani se sentía tan contenta porque a ella no le interesaba nada de aquello.

-Es que tienes que agradecer a Dios que puedes ver, hay muchas personas que no pueden ver esta belleza.- Le dijo Anani a su nueva amiga. 

Anani sintió que ella tenía razón y una pequeña sonrisa apareció en su cara aunque rápidamente volvió a sentirse triste.

            Luego las niñas vieron un juego de pelota que los jóvenes del pueblo jugaban.  Anani vio que los muchachos corrían y tenían que hacer que una bola entrara por un agujero que estaba muy alto en una pared.  Se caían, se empujaban por el esfuerzo, pero todos reían y disfrutaban mucho.  Anani rió hasta que le dolieron las costillas, pero la princesa no podía sonreír.

            Ya estaba oscureciendo y la ixcel (luna) brillaba en el cielo oscuro.  Anani le dijo a la princesa que viera la belleza de la luz de luna y que le pidiera a la abuela luna, como ella la llamaba, que le enseñara a ser feliz.  La princesa, aunque incrédula, le hizo caso a la niña y le dijo a la luna que le enseñara a sonreír.

            Anani vió la ceremonia nocturna de la comida en el palacio.  Todo estaba a media luz y los sirvientes servían la comida en completo silencio y reverencia a la familia real y a los invitados arqueólogos.  Anani se dio cuenta de la razón de la tristeza de la princesa porque ella misma se sintió triste entre tanta reverencia y seriedad.  Entonces Anani comenzó a cantar muy alto.  Todos se sintieron un poco intranquilos ante el alboroto que formó la niña, pero en sus corazones se encendió una alegría que no habían sentido.  El rey Iktan ordenó a los músicos que entonaran canciones y todo comenzaron a bailar.  La comida se volvió una pequeña fiesta y hasta la princesa Itzia bailaba con   El padre de Anani, le contestó:
Anani las canciones mayas. Entonces el rey le dijo al padre de Anani que debía ser esa la solución para que la tristeza de su hija se acabara.

 -Amigo, lo único que necesita tu pequeña hija es jugar. Yo te sugiero que la dejes jugar y mezclarse con las niñas del pueblo para que veas que su tristeza se acaba.  Los niños, aunque sean de la realeza siempre necesitan jugar y bailar y correr para sentirse vivos, eso es lo que hacen los niños.- Le dijo el padre de Anani al rey.

 

            Enseguida, el rey ordenó a sus ayudantes que hicieran nuevas leyes para que los niños de la realeza cambiaran un poco las costumbres y se mezclaran con el pueblo para jugar y bailar.  La princesa Itzia jamás volvió a sentirse triste.  Jugaba, bailaba con las niñas del pueblo.  Ahora tenía muchas amigas y se pasaba el día aprendiendo las costumbres de su pueblo. 

 

            El rey quiso agradecer a la pequeña Anani por ayudar a que aprendiera a jugar y le regaló unas pantallas hermosas hechas con una hermosa piedra volcánica amarilla. Luego el padre de la niña le dijo que la piedra era una Dacita y que la usaban mucho para hacer prendas. Al padre de la niña le regaló granos de cacao que era su semilla más valiosa.

           


            El día de que el grupo de arqueólogos se marchara había llegado y la pequeña Anani se quiso despedir de su amiga la princesa Itzia recordándole que nunca dejara de sonreír. La princesa le dijo estas palabras que había comprendido gracias a las enseñanzas de su amiga: -Sabes, ahora sé que los niños de todo el mundo son iguales.  Un niño debe jugar y bailar siempre para que pueda ser feliz.  Ya ves, no somos diferentes, sólo nacimos en diferente lugar, pero siempre somos niños, y necesitamos jugar para sentirnos felices.  Gracias, jamás te olvidaré!- Así se despidieron las niñas y la princesa Itzia jamás volvió a sentirse triste porque comprendió que en la vida siempre hay razones para sonreír. Fin.

 


 Por:Leida Esteva
diciembre 1, 2015