La princesa
triste
Un cuento
Maya
Había un pueblo Maya
que vivía en medio de la selva. El
máximo jefe del pueblo se llamaba Iktan, que significa ingenioso y su esposa,
la reina se llamaba Zuzil que en el idioma maya significa claridad. En el mes de marzo, cuando comenzó la
primavera, nació su pequeña hija, la princesa Itzia que en su idioma significa
princesa.
Creció como una
jovencita muy hermosa, pero se sentía muy triste siempre y nadie entendía por
qué ya que tenía todas las riquezas que una persona podía soñar. Aun así la princesita que tenía 8 años de
edad, se sentaba bajo un hermoso árbol y lloraba de tristeza, casi todos los
días.
El rey, preocupado,
llamó al sacerdote del pueblo y le mandó a que hiciera una poción mágica para
que su hija se sintiera alegre, como debe ser una niñita.
-Te ordeno que prepares una poción mágica para que Itzia sonría todo el
tiempo y se sienta feliz.- Le dijo el rey Iktan al sacerdote maya.
La princesa bebió la
poción, pero sus ojos solo mostraban tristeza y las lágrimas adornaban sus
rosadas mejillas todo el tiempo. Los reyes ya no sabían qué hacer.
Un día llegó a la aldea
un grupo de arqueólogos acompañados de una niña de 8 años que era hija del jefe
del grupo. La niña era muy inteligente y
se pasaba jugando y riendo todo el tiempo. La niña se llamaba Anani, que en el
idioma taíno significa flor de agua. Los
padres de la niña eran puertorriqueños, por eso decidieron nombrar a su hija
con una palabra del idioma de los tainos que habitaron la isla cuando la
descubrieron.
Anani conoció a la
princesa Itzia y le asombró lo triste que ella se veía, por eso decidió
acompañarla y descubrir porque la niña no sabía sonreír. La princesa Itzia le
enseñó a la pequeña Anani su pueblo.
Visitaron las mujeres que molían maíz y limpiaban los frijoles que
traían del campo los agricultores. Esa era su tarea más sagrada además de
preparar la comida para los miembros de la familia. También la llevó a una
montaña donde pudo ver la salida de uyes (sol).
Anani no podía dejar de sonreír al ver los bellos colores del cielo en
ese momento.
-Itzia, !mira qué hermoso está el cielo! Qué bello es todo, me dan ganas
de bailar y dedicarle el baile a uyes, como tú le dices.-
La princesa no entendía por qué
Anani se sentía tan contenta porque a ella no le interesaba nada de aquello.
-Es que tienes que agradecer a Dios que puedes ver, hay muchas personas
que no pueden ver esta belleza.- Le dijo Anani a su nueva amiga.
Anani sintió que ella tenía razón y una pequeña sonrisa apareció en su
cara aunque rápidamente volvió a sentirse triste.
Luego las niñas vieron
un juego de pelota que los jóvenes del pueblo jugaban. Anani vio que los muchachos corrían y tenían
que hacer que una bola entrara por un agujero que estaba muy alto en una
pared. Se caían, se empujaban por el
esfuerzo, pero todos reían y disfrutaban mucho.
Anani rió hasta que le dolieron las costillas, pero la princesa no podía
sonreír.
Ya estaba oscureciendo y
la ixcel (luna) brillaba en el cielo oscuro.
Anani le dijo a la princesa que viera la belleza de la luz de luna y que
le pidiera a la abuela luna, como ella la llamaba, que le enseñara a ser
feliz. La princesa, aunque incrédula, le
hizo caso a la niña y le dijo a la luna que le enseñara a sonreír.
Anani vió la ceremonia
nocturna de la comida en el palacio.
Todo estaba a media luz y los sirvientes servían la comida en completo
silencio y reverencia a la familia real y a los invitados arqueólogos. Anani se dio cuenta de la razón de la tristeza
de la princesa porque ella misma se sintió triste entre tanta reverencia y
seriedad. Entonces Anani comenzó a
cantar muy alto. Todos se sintieron un
poco intranquilos ante el alboroto que formó la niña, pero en sus corazones se
encendió una alegría que no habían sentido.
El rey Iktan ordenó a los músicos que entonaran canciones y todo
comenzaron a bailar. La comida se volvió
una pequeña fiesta y hasta la princesa Itzia bailaba con
El padre de Anani, le contestó:
Anani las canciones
mayas. Entonces el rey le dijo al padre de Anani que debía ser esa la solución
para que la tristeza de su hija se acabara.
-Amigo, lo único que necesita tu
pequeña hija es jugar. Yo te sugiero que la dejes jugar y mezclarse con las
niñas del pueblo para que veas que su tristeza se acaba. Los niños, aunque sean de la realeza siempre
necesitan jugar y bailar y correr para sentirse vivos, eso es lo que hacen los
niños.- Le dijo el padre de Anani al rey.
Enseguida, el rey ordenó
a sus ayudantes que hicieran nuevas leyes para que los niños de la realeza
cambiaran un poco las costumbres y se mezclaran con el pueblo para jugar y
bailar. La princesa Itzia jamás volvió a
sentirse triste. Jugaba, bailaba con las
niñas del pueblo. Ahora tenía muchas
amigas y se pasaba el día aprendiendo las costumbres de su pueblo.
El rey quiso agradecer a
la pequeña Anani por ayudar a que aprendiera a jugar y le regaló unas pantallas
hermosas hechas con una hermosa piedra volcánica amarilla. Luego el padre de la
niña le dijo que la piedra era una Dacita y que la usaban mucho para hacer
prendas. Al padre de la niña le regaló granos de cacao que era su semilla más
valiosa.
El día de que el grupo
de arqueólogos se marchara había llegado y la pequeña Anani se quiso despedir
de su amiga la princesa Itzia recordándole que nunca dejara de sonreír. La
princesa le dijo estas palabras que había comprendido gracias a las enseñanzas
de su amiga: -Sabes, ahora sé que los niños de todo el mundo son iguales. Un niño debe jugar y bailar siempre para que
pueda ser feliz. Ya ves, no somos
diferentes, sólo nacimos en diferente lugar, pero siempre somos niños, y
necesitamos jugar para sentirnos felices.
Gracias, jamás te olvidaré!- Así se despidieron las niñas y la princesa
Itzia jamás volvió a sentirse triste porque comprendió que en la vida siempre
hay razones para sonreír. Fin.